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Camilia y Daniela conviven con su mamá una vez cada 15 días, cuando la visitan junto a su abuela en el Centro de Readaptación Social donde se encuentra privada de la libertad. Camilia tiene 7 años, su color favorito es el rosa y le encanta jugar a las atrapadas. Daniela tiene 4 años y lo que más disfruta hacer es colorear. Ambas nacieron y crecieron en prisión hasta los tres años y ahora viven con su abuela, van a la escuela y hablan por teléfono con su mamá todas las tardes. 

En México, el 84.8% de las mujeres privadas de libertad son madres (CNDH, 2022) y más de 285 mil menores de edad son hijas e hijos de personas privadas de la libertad. (INEGI, 2021). 

Durante su infancia, Camilia y Daniela han visto contextos de violencia que no deberían conocer, sin embargo, muchas niñas y niños en México enfrentan esta realidad. Desde hace nueve años Sara, su mamá, espera la resolución de su proceso para salir libre, ya que afirma no haber cometido el delito por el que se encuentra privada de su libertad. 

“Uno de mis más grandes deseos es llevar a mi hijas al parque, mojarnos bajo la lluvia y acompañarlas a la escuela”, compartió Sara, “me preocupa no poder conseguir trabajo, pero también estoy ansiosa de ser mamá fuera de prisión”. 

Hoy en día Camila y Daniela son parte del programa de NNAPES de Reinserta, donde las acompañamos en su proceso para que crezcan alejadas de la violencia y creen un vínculo positivo con su mamá y abuela. Tal vez no podemos cambiar su pasado, pero sí su futuro.

 

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